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Por Redacción Adlatina |

La Berlinale aplaudió la nueva película de Isabel Coixet

Es una de las películas que compiten por el Oso de Oro de la 58 va. Edición del Festival de Cine de Berlín. Sus protagonistas: Ben Kingsley y Penélope Cruz.

La Berlinale aplaudió la nueva película de Isabel Coixet
Cruz es Consuelda, la joven estudiante.

En una Berlinale que camina con la pata coja hacia su Ecuador, trastabillando por la ausencia de propuestas que no giren en torno al drama -en todas sus vertientes y estilos- Isabel Coixet presentó Elegy, una adaptación de El animal moribundo, de Philip Roth.

Penélope Cruz, el actor británico Ben Kingsley y la realizadora española lograron conquistar la Berlinale en un año en que hasta ahora no hay grandes brillos. La película es una historia ambientada en Nueva York que relata la apasionada relación entre un académico sexagenario que parece ser un experto en todo y una estudiante cuya belleza lo embruja y lo desestabiliza.
Elegy recibió el aplauso del público y una espontánea ovación de la crítica, que declaró su admiración por la actriz española, se rindió ante la habilidad histriónica del actor británico y admitió que Coixet tiene un talento que le está abriendo las puertas de la meca del cine. La directora ya es una veterana de la Berlinale. Hace cinco años dejó un buen recuerdo con su cinta Mi vida sin mí, que se coló en la quiniela de las favoritas para ganar el Oso de Oro.
El film reproduce “una inteligente y sutil forma", en palabras de Coixet, de reflejar la agonía que se plantea en la novela de Roth, sobre la que está tejido el guión. "Tuve la mejor pareja de baile que uno pueda tener para perder miedos a que algo pueda salir mal", dijo Cruz en dirección a Kingsley. "Es un monstruo", agregó luego la actriz, respecto a un actor al que le cuadra perfectamente el título de Sir.

Sencilla y directa

La puesta en escena de Coixet, al contrario que en otras ocasiones, es sencilla y directa. Está hecha casi exclusivamente en dúo de interiores, y las ideas y reflexiones proyectadas en todo momento en la gestualidad y la carnalidad de los protagonistas es eficaz. Las breves miradas de la cámara a otro lado, como los diálogos entre los amigos, o las visitas de la amante de toda la vida le permiten respirar un poco a la obra, completamente concentrada en ellos y en el drama que los espera. Este es -de hecho- uno de los fuertes de Coixet: capturar las angustias y revolcones sentimentales de sus personales. También captura esta historia en sus tonos justos, en sus contrastes extremos y en su descarnada ironía, y a la distancia adecuada: sumamente cerca, volcándose sobre el rostro de ellos, sobre sus pensamientos y sentimientos. Esto no la hace un film ingenuo o de mirada cristalina, aunque algunos críticos creen que la directora española le dio un toque holywoodense que le sacó parte del peso y la oscuridad de la novela de Roth.
Elegy parte de una situación más que previsible: él es un profesor y crítico televisivo de literatura, acostumbrado a acostarse con una estudiante en cuanto acaba la relación docente. Vive en un mundo de seres mimados, que conducen buenos autos, comen en buenos restaurantes y tienen, además, una novia de su edad estupenda, lo que no les impide ser infieles. Esta vez, la elegida será una muchacha de origen cubano, Consuela, o sea Penélope, lo que evidentemente deja de ser un caso más.
Si cada episodio amoroso era un intento de tomarse un antídoto contra la vejez, esta vez se genera el efecto contrario. Irse a la cama con una estudiante treinta años más joven significa empezar a contar desde el primer día cuándo se le irá con un hombre de su edad. El cáustico profesor con respuestas rápidas para cualquier pregunta incómoda -matrimonio, fidelidad- queda incapacitado para la reacción y se convierte en un amante enfermo de celos.

Coixet, quien en 1994 estuvo en la Berlinale con Cosas que nunca te dije y en 2002 compitió con Mi vida sin mi, regresó así con otro film rodado en inglés que exhibe maestría, además del cuerpo hermoso de Cruz, y apuntalado en el texto de Roth. "Tuvo un contacto muy estrecho. Me llamó, el día antes de empezar a rodar, y me dijo que tuviera en cuenta que el cuerpo tiene más memoria que el cerebro", dijo Coixet.
En el cuerpo de Penélope empieza todo y ahí regresa también la atención, cuando la relación parecía haberse extinguido. "No es una película sobre la enfermedad, sino sobre la belleza y la pérdida de ello", comentó la directora, sobre la inversión de los papeles que finalmente se genera, evidencia de que no todo se decide en función de los polos vejez-juventud.
La directora afirmó en un encuentro con periodistas que sus victorias incluyeron modificar el final de la cinta para adaptarlo a lo que "me gustaría ver como espectador".
Además, consiguió “desterrar ciertos tópicos cubanos y latinos del personaje de Consuela, de ascendencia cubana”, interpretado por Cruz como el hecho de que, siendo estudiante de literatura, no supiera “quién es Kafka”. Entre sus concesiones, sin embargo, figura el título de la película, propuesto por la productora, frente al original de la novela y la introducción en la cinta de "imágenes de postal, demasiado bonitas" para ilustrar la relación amorosa de Consuela y su profesor, David Kepesh.
Coixet destacó que, no obstante, fue ella “quien llevaba la cámara” y pudo rodearse del mismo equipo técnico con el que ya trabajó en Mi vida sin mí (2002).
Aseguró que el hecho de contar con un protagonista masculino, frente a la tónica de sus otras películas, no complicó su aproximación a elegí ya que según sus propias palabras su edad le permite “conocer muy bien a los hombres. Las mujeres siguen siendo para mí un misterio pero sé quien es David Kepesh. He conocido a muchos David Kepesh a lo largo de mi vida y sé lo que quieren comprar al estar con una chica joven", comentó Coixet.
La directora, que ya trabaja en una nueva película ambientada en Tokio, aseguró que sintió verdadero terror ante la posibilidad de conocer a Philip Roth en persona, de quien dijo que es “un tipo que impone mucho. No quiso leer el guión pero mantuvimos muchas conversaciones en las que finalmente él terminaba leyéndome pasajes de la novela y yo asintiendo”, dijo.

Entre avestruces
Elegy compartió el primer domingo de la Berlinale con la iraní Avaze Gonjeshk-Ha (The song of sparrows en inglés) un film que se mueve en la línea de la poética cinematográfica del cine de ese país.
Rodada en parte en el bullicioso Teherán, en parte en el campo, el film de Majidi refleja las vicisitudes de un padre de familia que pierde su empleo en una granja avícola por culpa de un avestruz indómito y que se busca la vida como taxista en moto en las calles de la capital.
Se trata de todo un ejercicio fotográfico, desde el filosófico y fotogénico movimiento del avestruz, de su desespero a los múltiples pasajeros que le salen al paso, transporte de antenas de televisión o frigoríficos incluidos. Tras la perfección estética se encuentra la filosofía del hombre confrontado a la tentación de vender su alma buena a la avaricia, de la que se libra gracias a un infortunado accidente, seguido del regreso al corral del bendito avestruz.

The song of sparrow, un film iraní en donde las avestruces, la religión y la pobreza marcan la vida de un familia que vive en los alrededores de Teherán también fue aplaudida por el público, que recompensó un trabajo honesto del realizador Majid Majidi. De hecho, según la crítica fue una de las mejores hasta el momento sin tener esa carga pesada y lenta que caracteriza al cine de ese país.